COMO EXPLICAR LA MUERTE A LOS NIÑOS







Extracto del libro “La Mirada Psicológica del Niño”
Autor. Mónica R. Morales Rodríguez
En venta soymoro@gmail.com



MUERTE DE PERSONAS SIGNIFICATIVAS.

Cuando muere un miembro de la familia, una mascota, un maestro de escuela, o alguien cercano, los niños tienden a reaccionar de manera diferente a los adultos.

Para los pequeños la muerte, como tal, (como la ve y percibe el adulto) no existe, ya que todavía no alcanzan a procesar cognitivamente dicha información, ya que su cerebro aún está inmaduro. Jean Piaget denomino a la etapa previa a la adolescencia “Operaciones Concretas” lo cual no los capacita para la abstracción y entender la muerte o la fatalidad implica varias estructuras para lo cual aún no están listos. Por lo tanto y como ejemplo, los niños de edad pre-escolar creen que la muerte es temporal y reversible y esta creencia está reforzada por los personajes en dibujos animados que mueren y reviven otra vez. En el caso de los niños que se encuentran entre 5 y 9 años, se comienza a pensar más como los adultos sobre la muerte; pero, todavía no imaginan que ellos, o alguien que conocen, puedan morir y mucho menos conciben que pasará después de este evento. Por esta razón preguntan constantemente donde están o a donde se fueron; se les responde y al parecer quedan satisfechos con esta información. Lo arman como alguien a quien ya no verán más, por supuesto, extrañan el contacto, sin embargo, prosiguen descubriendo su mundo, sin perder su capacidad de asombro. La tristeza que vive un pequeño es completamente diferente a la que enfrenta un adulto, pareciera que no duele, o que lo viven con indiferencia, siendo la realidad otra; por supuesto que añoran a la persona o a la mascota, pero incorporan a su cotidiano mejores herramientas que un adulto.

            La realidad es que la cotidianidad cambia cuando algún ser querido ha dejado este mundo. Las personas encargadas del pequeño empiezan trámites bastante engorrosos para los cuales no se tiene cabeza fría. Se presenta conmoción y confusión y a esto se le añade la falta de atención adecuada de otros familiares que lloran esa misma muerte y por lo tanto no se asume adecuadamente la responsabilidad normal de cuidar al niño.

            No se debe obligar a un niño asustado a ir al velorio o al entierro de un ser querido; sin embargo, el honrar o recordar a la persona de alguna manera, por ejemplo: encender una velita, decir plegarias, preparar un álbum de recortes, revisar las fotografías o contar una historia, es de mucha ayuda. A los niños se les debe de permitir expresar su pérdida y pena como ellos consideren conveniente.

 Es normal que, durante las semanas siguientes a la muerte, algunos niños sientan tristeza o persisten en creer que el familiar querido continúa vivo. Por lo tanto, será necesario que el niño exprese de manera abierta (ya sea platicando o a través de dibujos) lo que está sintiendo dándole permiso de expresar libremente su llanto u otra expresión que sea benéfica. Los adultos cercanos deben pasar todo el tiempo posible con el niño y hacerle saber, bien claro, que tiene permiso para manifestar sus sentimientos libre y abiertamente.

            Si la persona muerta era esencial para la estabilidad del mundo del niño, el enojo es una reacción natural. Éste se puede manifestar en juegos violentos, pesadillas, irritabilidad o en una variedad de otros comportamientos. A menudo el niño mayor mostrará enojo y se sentirá poco entendido por su familia.

            Después de la muerte de un padre o una madre, muchos niños actuarán como si tuviesen menor edad. El niño temporalmente actúa de manera más infantil exigiendo comida, atención, cariño y habla como un bebé (regresión a etapas anteriores). Los niños creen que son la causa de lo que sucede a su alrededor, ya que aún tienen pensamiento mágico. Pueden pensar que su papá, abuelos, hermano o hermana se murió porque él una vez cuando tenía coraje deseó que desapareciera. El niño se siente culpable porque cree que su deseo “se realizó”; aún no tiene conciencia para determinar que un pensamiento no ocasiona la muerte.

                      Es necesario explicarle las verdaderas causas por las cuales esa persona no se encuentra más entre ellos, tomarse un tiempo y hablar de la enfermedad o de la importancia del cuidado personal para evitar accidentes; también es un excelente momento para hablar de la vejez y lo que representa, permitiendo que se vea a la misma como una etapa de vida que merece respeto y, sobre todo, otro tipo de cuidados.

            Las siguientes señales nos permitirán observar si el pequeño tiene un problema serio en lo que respecta al duelo:

-       Pierde interés en sus actividades y eventos diarios
-       Insomnio, pérdida del apetito o el miedo prolongado a estar solo
-       Regresión a una edad más temprana por un período extendido de tiempo
-       Decir frecuentemente que quisiera irse con la persona muerta
-       Aislamiento de sus amigos..
-       Deterioro pronunciado en los estudios o negarse a ir a la escuela

            Llevar al niño a que reciba atención psicológica lo ayuda a aceptar la muerte al igual que a los sobrevivientes, para que apoyen al niño durante el proceso de pena y luto.



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