EL SILENCIO EN LAS RELACIONES

Recientemente fui consultada  por una mujer que decía sentirse desesperada por su relación de pareja, sentía que estaba agotada y exhausta por querer ayudar a su marido y que éste no reaccionaba con ningún estímulo que se le presentaba.

Lo percibía desganado, falto de iniciativa, sin interés alguno e inclusive viviendo cierto abandono en su arreglo personal.

A todas luces esta sintomatología nos habla de que esta mujer se está viviendo con mucha ansiedad y sobre todo poco reconocida por su desempeño como pareja. Pero también visto desde el otro lado, nos hace referencia a que su esposo está contemplando la vida a través del cristal sin quererse comprometer y sobre todo sin tener ningún aliciente en su vida, en resumidas cuentas deprimido.

Realmente son muchas las parejas que se encuentran dentro de esta situación en donde cada uno de ellos reprime sus sentimientos y pensamientos sin darse la oportunidad de abrirlos directamente hacia el otro. Creando esto, un mundo de confusión y sobre todo de desolación. El hecho de que reprimamos lo que sentimos y pensamos en aras de ayudar a la relación, o para evitar mas conflictos o por la trillada frase “ya para qué”; favorece precisamente todo lo que se está evitando. Ante el silencio existe mucho mayor conflicto, ya que ambas personas empiezan a generar un conjunto de ideas que en lugar de ayudar a mejorar su relación, la empeora, ya que todas ellas provienen de fantasías –normalmente catastróficas—y que emanan del interior de la cabeza de la persona que las genera.

Los vacíos de información tienden a ser llenados automáticamente por nuestros miedos o fantasmas del pasado, favoreciendo esto que vivamos en un sinsentido, dando sólo vueltas (como perro correteando su cola).

Pero, la verdad mas profunda, es que tememos compartirnos, ya que cuando lo hicimos en el pasado, recibimos una respuesta poco favorable, aplastante, inclusive sintiéndonos ridículos al compartirlo.

Pero entonces ¿de que se tratarían las relaciones? Ya sean de pareja o de otro tipo, si sólo comentamos sobre política, religión o cualquier otra eventualidad sin carga emocional. Al final del camino nos sentiríamos vacíos y con un conjunto de necesidades insatisfechas y a punto de estallar ya que todas las emociones se encuentran encapsuladas dentro de nosotros.

Es necesario vencer esa barrera, perder el miedo a EXPRESARME, tal como soy y como pienso y siento. El otro tiene el derecho a realizar cualquier cosa con lo expresado; desde rechazarlo, evitarlo o afrontarlo, pero esa, es sólo decisión de ese otro. A nosotros nos corresponde y también tenemos el derecho de ser y hablar, no lo hagamos porque queremos que el otro modifique ciertas cosas, hagámoslo porque lo deseamos, para liberar esa carga emocional y a la postre veremos que hablando se logran mucho mas cosas, que guardando información, nos libera, nos descansa y sobre todo nos mueve a realizar modificaciones prudentes en vía de nuestro propio desarrollo, tanto físico como mental y emocional.





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