¿Qué tanto me quiero?, reflexiones sobre el “AMOR PROPIO”



Releyendo a Blaise Pascal (1623-1662) me encuentro con que la sociedad en la que él vivió es en cierto sentido muy similar en la que nos encontramos ahora. Personas que sólo ponderan la importancia de los bienes materiales, el prestigio, fama, poder, reflejando todo esto vivir dentro del “ sin sentido”, dando importancia más a lo de fuera, que a lo de dentro: “el verdadero ser”.

El amor propio visto desde la visión de este filósofo, implica que el ego es el regente de la personalidad, en donde el individuo aspira a ser el centro de todo lo que le rodea; impulsado a faltar a la verdad y a la objetividad porque está lleno de soberbia, ambición, injusticia y debilidad. Pascal se da cuenta de la vanidad que impera en el mundo de su época y que al parecer persiste hasta ahora; ese exceso de narcicismo en dónde lo más importante es “lo que yo quiero”, “lo que yo necesito”, “yo, yo, yo”; perdiendo de vista al otro, sus intereses y necesidades.

Este heliocentrismo no ha permitido que las personas vean al amor propio como el real conocimiento de uno mismo; los individuos están sujetos a sus pasiones, a sus defectos y a todas las miserias, que llevan más a odiarse que a amarse; sólo se ven a ellos mismos y al goce o sufrimiento que la vida les provee; con una gran dificultad de apreciar a los otros y observar con detenimiento lo hermoso que la vida les puede ofrecer día con día.

El amor propio visto desde otra perspectiva implica aceptar la debilidad humana: todos y cada uno de nosotros tenemos carencias, cuestiones dentro de nuestra personalidad que no nos agradan o que resultan un lastre para la evolución. Sin embargo, también tenemos fortalezas, cualidades que nos permiten desarrollarnos de la mejor manera y que tal vez por estar tan anclados a las vibraciones negativas no damos tiempo para explorarlas y desarrollarlas al máximo.

El verdadero conocimiento de uno mismo, es la herramienta más valiosa que tenemos los seres humanos. Un conocimiento objetivo. El amor al yo es enfrentarse al verdadero sí mismo y verse tal cual uno es, con benevolencia. “Conocerse a sí mismo es necesario no sólo para descubrir la verdad, sino también para poner orden en la propia vida”. Es la capacidad de enfrentar la realidad “mi realidad”. Ser capaz de observar los errores cometidos como un antecedente a las consecuencias que se viven en el “aquí y ahora”. Es la posibilidad de rehacer el camino todos los días proponiéndose a sí mismo, convertirse en una mejor persona en todos los sentidos, buscar la trascendencia no en el plano material sino en el plano espiritual. No permitir que las pasiones sean las que gobiernan nuestra vida, sino nosotros a través de la razón ir moldeando la vida que queremos tener.

El amor propio al ser re significado implica sentirse satisfecho por el comportamiento adecuado y por los logros obtenidos. Respetarse y amarse a sí mismo, respetando también a los demás. Sin comparaciones ni competencias. No desintegrándose cuando se topa con un obstáculo que se sienta como fracaso; aceptando los errores cometidos. Conforme se crece, la seguridad, el valor, respeto y satisfacción de uno mismo es como se le define al amor propio, pero todo esto sólo se logra con un verdadero autoconocimiento.

Si la persona no se conoce, no se respeta y/o se pone en riesgo es porque no se interesa y probablemente no se quiera. Pero sí se ama, estará dispuesto a saber de él, aceptarse y trabajar para lograr tanto los objetivos propuestos como eliminar o cambiar todo aquello que limita o es un obstáculo.

Pascal menciona que “el mundo que percibimos es apenas un trazo invisible en el inmenso océano de la naturaleza. El hombre puede expandir su concepción mucho más allá de lo que se puede imaginar, pero difícilmente puede captar la realidad de las cosas; porque esta es como una esfera sin límites, con un centro que se encuentra en todas partes pero, con una circunferencia que no está en ninguna, imposible de imaginar”.

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