Infidelidad (parte 2)

Varios de mis pacientes acuden a terapia con la gran desilusión de una ruptura sentimental, escenario bastante engorroso y sobre todo lleno de sentimientos confusos. Por una parte se sienten tristes, enojados y llenos de miedo al no saber cómo retomar de nuevo su vida, sin la compañía de esa persona que camino a su lado durante cierto tiempo. La situación es aún más complicada cuando la pareja en turno termina la relación porque se presenta alguien más en su vida, que desde la perspectiva del abandonado es mucho “mejor”.

En este último caso es cuando se genera un rompimiento súbito, debido a que se enteran de manera “casual” que su pareja lleva algo de tiempo teniendo otra relación y que no se había atrevido a comunicarlo de manera clara y abierta. Al enterarse de esto, la persona sale lastimada, confundida y sobre todo enojada consigo misma debido a que no se había percatado de que las cosas estuvieran como están: desgastadas y llenas de desinterés. En ambos casos pareciera que existe un desconocimiento de que las cosas andan mal.

Una relación no se acaba de la noche a la mañana como se puede suponer; se van presentando un conjunto de cambios, de los cuales las personas no se percatan: se merma la comunicación, se reduce la entrega afectiva, se evita tener contacto físico o sexual; se carece de tiempo efectivo para compartir con el otro; las actitudes se ven modificadas sin razón aparente. Surgen enojos de la nada o malos entendidos; cualquier pretexto es bueno para estar lejos de la persona que alguna vez se amó. En definitiva las cosas van cambiando. La pregunta es ¿Por qué razón la persona no se percata de nada de esto?

Lamentablemente pasamos mucho tiempo distraídos en el movimiento del cotidiano, nos dejamos envolver por la rutina, las obligaciones y sobre todo por los “deberías”, que son este conjunto de exigencias que surgen del medio ambiente o de las personas con las que convivimos diariamente: “Debes ser buena ama de casa, debes ser más trabajador, debes traer más dinero a casa, debes convivir más tiempo con tus hijos, debes acercarte más a tu familia, debes ser mejor persona, debes, debes, debes” y es así que la persona se enrola en dar cumplimiento a estos “deberías” y olvida escuchar los “quiero”, entendidos como este deseo espontáneo o natural de hacer lo que realmente queremos hacer, partiendo desde los objetivos personales o la propia escala de valores.

Es entonces cuando se descuida a la pareja, dando cumplimiento a los “deberías” olvidando el cuidar y proteger el intangible que es, “una relación”.

Una relación de pareja no implica cuidar de la otra persona, para eso están las mamás y los papás; el cuidado es hacia la relación que existe entre dos personas; buscar en todo momento la armonía, la comunicación y sobre todo llegar a acuerdos conforme se van dando los problemas de todos los días. Lamentablemente se está tan ocupado en esas cosas que llamamos importantes o en nosotros mismos y en nuestros objetivos, que descuidamos tal vez lo más significativo, que es la persona que está con nosotros al lado, siendo soporte y apoyo. Es así que comienza la distancia emocional y los cambios, de los cuales no nos percatamos, hasta que ya es demasiado tarde y se sobreviene la ruptura definitiva de una relación.

Cada uno de nosotros somos partícipes de manera consciente o inconsciente en el descuido a la relación; la vamos dejando morir, siendo la mayoría de las veces difícil rescatar cuando ambas partes se sienten desgastadas.

Puede en estos momentos surgir como dice Antonio Bolinches la infidelidad por autoafirmación: la necesidad de encontrar una relación alternativa cuya motivación básica es demostrar a sí mismo, que se es una persona valiosa, significativa o importante para ese otro. Esta infidelidad se comete por una necesidad de apuntalar el ego cuando la persona se siente disminuida y tiene problemas de seguridad personal. Es una necesidad que lleva a querer escuchar lo que dentro de casa no tenemos, es volvernos a sentir importantes y valiosos y por cierto tiempo gozamos de este engrandecimiento que nos hace huir de la relación destructiva o disfuncional, para cobijarnos en esa nueva alternativa; sin embargo, no nos percatamos, que si no somos nosotros mismos lo que cambiamos nuestro proceder en todos los sentidos, volveremos a caer en esos “deberías”, en la rutina, en la monotonía, destruyendo de nuevo esa relación.

Es importante volverse hacia el sí mismo, revisar en qué nos estamos equivocando y dar marcha atrás, comenzar con una renovación verdadera si es que queremos triunfar en el amor y en pareja, cada uno dentro de la relación tiene un 50% de participación, el cual es necesario evaluar concienzudamente para ir enmendando los errores, si la relación se puede salvar hacer todo lo necesario para reconstruirla y si ya es demasiado tarde, aprender de nuestros errores para no volver a cometerlos y pasar de nuevo por otra desilusión. La respuesta siempre está dentro de nosotros, no en el otro…



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