EL DIVORCIO, UNA FORMA DE DUELO.





Cuando ya se hizo hasta la imposible por salvar una relación; se habló, se trató de llegar a acuerdos sin ser respetados, se cedió, se discutió, se separaron, se volvieron a encontrar, acudieron a terapia de pareja y aun así las cosas van de mal en peor, es tiempo de pensar realmente en una separación definitiva (divorcio).

Cabe resaltar que no se piensa en una separación definitiva hasta que no se hizo todo lo posible por rescatar una relación. Primeramente es correcto hacer todo lo que está en nuestras manos para subsanar los problemas y más si todavía existe un cariño hacia la otra persona; sin embargo, pueden presentarse diversos factores que definitivamente entorpecen que las personas involucradas logren cohabitar juntos.

Es triste y lamentable que esto ocurra, pero, en muchas ocasiones las decisiones de una pronta formalización, la falta de comunicación, las características individuales incompatibles o tener expectativas diferentes sobre el amor, los hijos, el proyecto profesional y el futuro son elementos que pueden favorecer la falta de entendimiento y los pocos deseos de continuar adelante.

Todo divorcio implica un duelo. Entendiéndose éste como un proceso de ajuste emocional después de una pérdida, durante el cual diversas emociones compiten entre sí. El proceso incluye etapas diferentes que pueden explicarse separadamente pero que no se presentan en secuencia, se puede creer que ya se superó determinada etapa para avanzar a la siguiente, pero sentimos un retroceso, sin embargo, esto es normal y depende de cada persona y la situación psicológica que vive. Cabe resaltar que para llegar a la paz interior y recuperar el equilibrio hay que experimentarlas todas. Puede haber días mejores o peores, y, a veces, lo que se creía superado se vuelve a sentir. Por otra parte, algunas emociones prevalecen sobre otras: por ejemplo, sentir rabia durante demasiado tiempo puede indicar que se está luchando contra la tristeza y al revés, sentirse encallado en la tristeza y la depresión podría indicar el no haber podido reconocer y superar la rabia.

Muchas personas ven al divorcio como un fracaso, pero en el amor, nunca se fracasa en realidad, debido a que son muchos factores los que intervienen en que una pareja termine definitivamente su relación. Cuando las cosas dependen de un solo individuo, tal vez podemos hablar de “fracaso” (palabra que creo que está mal utilizada), pero, cuando la relación depende de dos personas y de la armonía que reina entre ellos, el concepto está mal utilizado. Cuando una relación llega a su fin, es debido a que esas dos personas involucradas permitieron que los problemas estuvieran presentes sin dar una solución oportuna. El éxito de una relación implica un trabajo constante para que ésta sea armónica y productiva en todos los sentidos.

Ahora bien, desde varias perspectivas el divorcio es una forma de duelo. Que implica cambios en la forma de vida, en la zona de residencia, en la administración del dinero y del tiempo y sobre todo cuando existen hijos, se tienen que solventar tanto los sentimientos por los que la pareja en si misma está pasando, así como los que están experimentando los hijos con relación a la disolución del vínculo.

La realidad es que un divorcio es más difícil de lo que se cree, no sólo es ir al registro civil y solicitar el trámite. La separación lleva a finiquitar un camino andado, y sobre todo es una forma de muerte de cierto tipo de vida y sobre todo la terminación de sueños y planes que estuvieron presentes a lo largo del camino.

La Dra. Elizabeth Kubler Ross, discípula de Car Jung, ha sido una de las grandes estudiosas en la muerte y su proceso y nos da a conocer cinco etapas por las que se pasa en un duelo:

1) Negación y aislamiento: Entendemos esta etapa como una resistencia inconsciente de no aceptación de lo que está pasando, es un mecanismo de defensa en donde no queremos ver la realidad, porque duele, por lo que el organismo hace de cuenta que “no está pasando nada”. La negación nos permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e impresionante. En este momento no queremos saber de nadie, ni de nada, el dolor es intenso y es necesario recluirse para procesar la información.

2) Ira: La negación es sustituida por la rabia y el resentimiento; surgen todos los por qué. Es una fase difícil de afrontar y todos los que los rodean; esto se debe a que la ira se desplaza en todas direcciones, aun injustamente. Suelen quejarse por todo; todo les viene mal y es criticable. La familia y quienes los rodean no deben tomar esta ira como algo personal para no reaccionar en consecuencia con más ira, lo que fomentará la conducta hostil del doliente. Es en esta etapa donde se siente miedo, ira, culpa, resentimiento, y la persona tiende a autorreprocharse por todo lo que dio y/o se entregó.

3) Negociación: Ante la dificultad de afrontar la difícil realidad, más el enojo con la gente y con Dios, surge la fase de intentar llegar a un acuerdo para intentar superar la traumática vivencia. Es en esta etapa cuando se trata de que las cosas vuelvan a ser como eran antes, debido a que se está sintiendo gran inseguridad y desasosiego. ¿Si me porto bien, si cambio algunas cosas, regresamos?

4) Depresión: En esta está se experimenta: apatía, tristeza, desinterés. Cuando no se puede seguir negando y la certeza de la ruptura es contundente, la persona se debilita, adelgaza, aparecen otros síntomas y se verá invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en general, temporario y preparatorio para la aceptación de la realidad. Si la gente que nos rodean nos permite expresar el dolor, será más fácil la aceptación final y se estará agradecido de que se acepte sin decirle constantemente que no se esté triste. Es una etapa en la que se necesita mucha comunicación verbal, se tiene mucho para compartir. En esta etapa es bueno reunirse con amistades para poder aflorar todo lo que traemos dentro, es un modo adecuado de sanar, pensando en voz alta.

5) Aceptación: Quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos contemplará con mayor conciencia todo lo sucedido y caerá en cuenta de los errores propios y los del otro, se presentará una tendencia a evaluar de manera objetiva la situación trayendo esto consigo tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor… la vida comienza de nuevo a adquirir una configuración en donde es necesario comenzar a tener planes y proyectos para uno mismo.

Esperanza: es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se puede promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder sentir que la vida aún espera algo importante y trascendente de cada uno. Buscar y encontrar una misión que cumplir es un gran estímulo que alimenta la esperanza.

De todo lo doloroso hay mucho que aprender, por lo que les recomiendo que cuando lleguen a la calma recapaciten en qué fue lo que se aprendió tanto en los aspectos positivos como negativos, esto ayudará a tener claridad sobre uno mismo y sobre los errores que llegamos a cometer de manera inconsciente. y desde esa perspectiva subsanar los errores cometidos cocreando una mejor persona día a día.



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