La llegada de un bebé cuando tenemos más de 40 años

Se han realizado muchos estudios que contemplan la importancia de la crianza, la comunicación y la adecuada relación padres- hijos; sin embargo son relativamente pocos los estudios que hacen un análisis a profundidad de cómo se vive esta relación cuando los padres son mayores. Pensemos que el hijo nace alrededor de los cuarenta años de la madre, circunstancia normal en la actualidad, hemos sabido de actrices y amistades que a esa edad se encuentran embarazadas. Sin embargo, es necesario recapitular las diferentes condiciones a los que estos padres se enfrentarán dadas las circunstancias. Y no estamos diciendo que sea malo tener un hijo después de los cuarenta, sino más bien es hacer una reflexión de lo que vivirán dada esta situación.

1. Rendimiento físico. Para esto es necesario que hagamos cuentas: Si el hijo nació a los 42 años de la madre, significaría que cuando el pequeño tenga 3 años, ella estará ingresando a los 45. El problema no es la edad, sino el rendimiento, no se tiene la misma fuerza, ni la misma energía que cuando se tuvo 20. Un pequeño a los 3 años tiene mucho que descubrir, sube y baja, todo lo quiere tocar y conocer. Dado esto implica que los padres, estén a su lado, no censurando esta conducta, sino acompañándola amablemente y cuando el cansancio se hace presa del individuo, este se puede tornar intolerante e inclusive agresivo.

2. Adolescencia-menopausia: Si seguimos con las cuentas, esta madre que tuvo su hijo a los 42 tendrá 55 años cuando su hijo esté ingresando a la pubertad (13). Imaginemos entonces en que se puede convertir el hogar con el cambio de hormonas en ambos individuos (madre-hijo). Por lo tanto, es de suma importancia que se tenga una excelente comunicación y sobre todo tolerancia ante los cambios emocionales que se puedan presentar, dado que estos la mayoría de las ocasiones son una respuesta a todos los cambios físicos que se experimentan y que al no haber conciencia de los mismos pueden ser un volcán a punto de estallar.

3. Brecha generacional. Actualmente vivimos un aprendizaje acelerado dado el incremento en la tecnología y en el uso de la misma, por la misma situación, las cosas se viven de otra manera. Los chicos adolescentes están en el FB y siguen a diversas personas en Twitter. Juegan con el Wi. Para muchos padres que no han estado cercanos al uso de la misma, les cuesta mucho trabajo entender y comprender, provocando esto una lejanía emocional y sobre todo en la comunicación. El chico no tiene tantas ganas de explicar el uso de la misma, así como los padres no se sienten tan capaces de comprender y entrar a ese mundo. Dado esto los jóvenes pasan mucho tiempo dentro de la computadora, si hablan, pero no con sus padres y cuando éstos les piden que les enseñen, ellos explican a toda velocidad, esperando que el padre entienda. Esto definitivamente implica que cada quien esté en su habitación, se va mermando la cercanía y sobre todo la comunicación cara a cara.

Si los padres son un tanto conservadores en su forma de ver el mundo, será difícil entender que los chicos necesitan socializar y convivir con sus amistades y esto a veces implica dejarlos salir a altas horas de la noche o permitir que duerman en casa de algún amigo. La música por supuesto no será la misma que los padres estuvieron acostumbrados a escuchar, ni los programas de televisión serán a los que estaban acostumbrados. El lenguaje es diferente y también la moda. Los padres necesitan vencer sus temores y tratar en la medida de lo posible comprender esta visión de la vida, aprender de sus hijos y de la época que a ellos les está tocando vivir. Si esto no se logra, al interior de la familia se presentarán muchos problemas en donde el joven se sentirá poco entendido, limitado en sus intereses y enojado; los padres por su lado sentirán que no están educando de la mejor manera, perciben a su hijo como un rebelde que no quiere poner de su parte. Desde mi experiencia estos padres están experimentando mucho miedo al no entender de fondo la etapa que están viviendo sus hijos y porque se sienten con las manos atadas cuando sus hijos dan argumentos válidos, pero que desde la perspectiva de los padres no es correcto, debido a que choca con sus propias creencias e ideología.

Lo importante y relevante siempre en la relación padre-hijo, independientemente de la edad que se tenga es acercarse emocionalmente a ellos y enseñar a vivir. En cuanto a lo primero me refiere a estar cerca de los hijos de una manera sana y sobre todo con apertura. La única forma de tener un vínculo cercano es tratando esos temas que más interesan al joven. Explicarles cómo ven ellos la vida dependiendo de sus experiencias, teniendo la apertura para referirse a diversos tópicos y entender cómo se viven las cosas desde la propia mirada de su hijo. La tranquilidad con que muchos padres de la tercera edad, se toman la crianza responde, a juicio de la sicóloga Maritza Sáez, al cansancio de empezar a educar de nuevo tarea que muchos creían terminada y a una "visión sin pretensiones", propia de quienes tienen más de la mitad de su camino recorrido. "A los 55 años ya hiciste tu vida laboral, tus amistades son las que ya tienes y eso te hace ser más contemplativo, paciente y tolerante en todos los sentidos".

La edad de los padres no es lo que influye directamente en la crianza de los hijos, sino la etapa de la vida que están viviendo. La sicóloga Maritza Sáez explica que "cuando los papás son jóvenes, preparan al niño para sobrevivir en la exigencia y la competencia del mundo laboral, le enseñan tolerancia y tenacidad, que es lo que se requiere en el mundo que ellos están viviendo". Los mayores, en cambio, les dan más oportunidades y les permiten "gozar la vida". "Si el niño quiere un dulce, ellos le dan el dulce", comenta. El problema es que, al tratarse de niños más estimulados, pueden caer en serios problemas de conducta, sobre todo durante la adolescencia. Aunque la sicóloga reconoce que los papás pueden estar cansados, aconseja hacerle frente a la situación, porque de lo contrario "se corre el riesgo de tirar la toalla y que el niño haga lo que quiera".

Los padres maduros tienen mucho que ofrecer a sus hijos, principalmente a reflexionar sobre diversos temas y circunstancias que ellos están viviendo y que por la edad no son capaces de analizar a fondo. Enseñar a pensar y a enfrentar de manera adecuada sus sentimientos y sus conflictos es un gran vehículo para la cercanía y para el encuentro amoroso.

“Más sabe el diablo por viejo, que por diablo”

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