CLAVES PARA SER UNA FAMILIA FELIZ
Estos nuevos tiempos solicitan personas que estén abiertas a la conciencia.
Según el diccionario la conciencia se refiere a la capacidad que nos indica, qué está bien o mal y apunta o a un concepto moral, a la ética, al campo de la filosofía. En la medida en que soy consciente de mí y de lo que hago, me puedo permitir reflexionar sobre mi vida y así dar el giro necesario que me lleva a la felicidad. Santo Tomás de Aquino menciona en sus obras que el fin último del hombre es unificarse con el todo, con el ser primordial llámese como se llame y así alcanzar la felicidad.
Las personas felices tienen sus propias fuentes de energía para conseguir que las cosas les vayan bien. Aprovechan cada uno de los momentos de su vida para generar tanto sentimientos como pensamientos positivos. Son personas que no se quejan y no se tiran a la autocompasión, por el contrario tratan de superar cada obstáculo que se presenta de la mejor manera y ven a los problemas como áreas de oportunidad para crecer internamente y aprender oportunamente de la experiencia.
Como la mayoría de las cosas en la vida este tipo de actuar y pensar viene determinado por la educación que se da en familia, por tal motivo es importante que la familia esté unida y pasar tiempo juntos. Este es el vehículo más adecuado para favorecer la comunicación, que hoy en día por el estrés y las largas distancias que recorremos ha generado gente cansada y con pocas ganas de convivir y disfrutar momentos de ocio.
1. Conocer lo que nos hace bien
Cuando las cosas no marchan sobre ruedas, es el momento de tirar de nuestras reservas de energía y darnos un tiempo de calidad a revisar aquellas cosas que nos hacen felices, traer a nuestro recuerdo esos momentos en donde ponemos en práctica ciertas habilidades que nos permiten alcanzar los objetivos propuestos; retomar tal vez ciertas actividades o placeres que nos permiten sentirnos extasiados o por lo menos reconfortados espiritualmente. Lo más importante es reconocer que no todo el tiempo nos va mal, sólo es por momentos que las cosas no salen como deseamos, sin embargo, debemos reconocer que son eso: momentos y por lo tanto es pasajero. No debemos permitirnos estancarnos en pensamientos obscuros que sólo nos llenan de reclamos o resentimientos. Debemos salir con esa energía extra de esa situación que fácilmente nos atrapa, al principio puede parecer imposible sin embargo como todo hábito si lo practicamos será ejecutado de manera automática.
¿Cómo hacerlo?
Parece una tontería, pero si lo probamos, nos sorprenderá el resultado: Hagamos en una hoja una reflexión: “lo que me hace bien cuando me va mal". Tal vez quieras hacer un pequeño periódico mural para colgarlo en tu habitación e revisarlo cada mañana al despertar.
Es muy importante no interferir con pensamientos que interfieran con la actividad, puedes acompañarte con música adecuada que te permita relajarte. Trata de hacerlo en soledad, ya que, cada uno tiene que averiguar por sí mismo lo que le hace bien.
2. Expresar los sentimientos
La rabia, el dolor y la tristeza no desaparecen solos. De hecho, sucede todo lo contrario, a veces, si los ignoramos se vuelven más intensos, y para todos los implicados será más difícil manejarlos. Debemos:
* Aceptar los sentimientos y tratar de comprender por qué nos sentimos de esa manera. Puede que estemos estresado porque sentimos mucha presión externa y/o interna; por problemas con los amigos o la pareja o porque no se tienen suficientes cosas en la vida que alegren la existencia.
* Pensar en nuestras propias experiencias, poniendo énfasis en cómo hemos salido avante en otras situaciones.
* Tratar de comunicar de la mejor manera a los otros, cómo nos hacen sentir con sus actitudes y conductas y buscar nuevas formas de solventar las situaciones.
3. Mantener bajo control las peleas entre hermanos
Aunque a veces nos parezca que los hermanos se pelean constantemente, la mayoría de las veces es mejor no entrometerse y dejarles arreglar solos sus problemas. Las personas que tienen libertad para arreglar sus diferencias, aprenden antes a imponerse, a negociar y a hacer las paces.
4. Confiar en las facultades de cada uno de los integrantes de la familia.
Cada uno de los miembros de la familia posee determinadas características y deben ser respetados por ser quienes son y cómo resuelven su vida. Es importante dar un voto de confianza a la manera en como cada uno de ellos enfrenta las situaciones problemáticas. Tal vez podamos dar algún tipo de consejo, más nunca se debe imponer y mucho menos decir a los otros como tienen que actuar. En la medida en que dejamos SER al otro, la convivencia será mucho mejor y cada uno de los integrantes se sentirá confiado de ser y pertenecer a su núcleo familiar.
6. Repartir las tareas de casa
Primer paso:
Haz una lista de los trabajos domésticos y dale una copia a cada miembro de la familia. Al lado de cada tarea, escribirá su nombre la persona que decida asumirla.
Segundo paso:
Cada uno anota junto al trabajo si...
* Le gusta.
* No le gusta demasiado.
* No le gusta en absoluto.
Tercer paso:
Todos los miembros de la familia deben dar su opinión y valorar los trabajos que ellos no han marcado. Es el momento de intercambiar tareas o llegar a acuerdos. En cuanto a los trabajos que nadie quiere hacer, se recomienda establecer turnos. Es conveniente cambiar las tareas cada determinado tiempo para que pasen por todos, sin que nadie se sienta discriminado por ser el único al que le ha tocado.
Cuarto paso:
Se llega a un acuerdo en cuanto al periodo de tiempo para asumir las nuevas tareas. Después se intercambian opiniones y, si fuese necesario, se fijan cambios y mejoras.
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