ACARICIA DESDE EL AMOR
Cuando se habla de caricias la mayoría pensamos en el contacto físico que se tiene con otra persona: un abrazo, un beso, una palmada en la espalda y también se puede pensar en el contacto cuando se tiene una relación sexual.
Para Erik Berne el padre del Análisis Transaccional, las caricias se relacionan con ese intercambio que tienen dos personas y que puede ser gestual, escrito, verbal, físico y que tiene la posibilidad de tener una retroalimentación desde el otro que lo recibe.
Ser acariciado implica recibir. Desde pequeños presentamos una necesidad de ser amados y queridos, ya que tenemos necesidades afectivas; por lo tanto como señala el autor tenemos hambre de amor y esto no solo se refiere a ser queridos por alguien especial al cual llamamos “pareja”. La gente que nos rodea y con la cual tenemos contacto nos acaricia constantemente; Ya sea que nos escuchen cuando necesitamos desahogarnos o cuando nos dicen que nos vemos bien con la ropa que tenemos puesta o que alaben nuestra forma de ser, nuestra inteligencia, etc. Es así que en toda relación social, necesitamos ser acariciados y acariciar.
Sin embargo dentro de nuestra cultura se favorecen más las caricias negativas que las positivas.
Al hacer referencia a las caricias negativas hablamos de un juego psicológico que implica que te voy a agredir, burlar o minimizar, como una forma de hacerte notar que sí estoy para ti y que me importas. ¡Vaya paradoja! ¿Me agredes porque me quieres?
Para muchas personas el demostrar cariño sincero y amable es difícil, ya que, esto pudiera mostrar que se es vulnerable o cursi. Por lo tanto es más fácil dar un coscorrón, golpear el brazo, aventar a alguien, tirarlo al suelo y hacerle “bolita” o burlarse de él (ella) en público. Cuantas veces no hemos escuchado “¡hay si, tú tan inteligente!”. De fondo la gente no quiere agredir de manera intencional, pero, no sabe hacerlo de otra forma. Esto lo vemos muy seguido en la relación con los hermanos en donde se jalan, se avientan, para darse un abrazo se cargan o se hacen manita de puerco, etc. Y al rato se les ve muy contentos platicando sobre algún tema en particular. Desafortunadamente este sistema de acaricias lo vamos aprendiendo desde temprana edad en el hogar, escuchamos palabras como “el tonto, la ñoña, la princesita, la negra, el panzón, el sin amigos, etc.” los apodos son una forma de acariciar, lamentablemente desde el sentido negativo.
Entendemos que nos tratan de ese modo porque nos quieren, aunque de fondo esto marca nuestra autoestima y nos puede llevar a ser bastante inseguros en nuestras relaciones sociales.
Las caricias positivas son óptimas porque nos llevan a crecer y desarrollar una autoestima sana, ya que, nos van a producir emociones o sensaciones agradables que invitan a comportarse de manera positiva y sobre todo nos van a hacer sentir plenos en todos los sentidos.
Por lo tanto son más potentes e invitan al crecimiento personal.
Estas caricias pueden ser físicas: a través de un beso, un abrazo, una sobada rica de espalda o una palmada. Verbales: cuando nos dicen que bonita(o) estás, que bien te ves, me encanta tu forma de ser. Escritas: cuando nos dejan recaditos en ciertas zonas de la casa, cuando nos escriben un mensaje o cuando nos dicen algo hermoso a través de las redes sociales, etc.
Díganme si no es hermoso cumplir años en el Facebook, hasta las personas que no conocemos del todo, se toman un momento para desearnos lo mejor para el año que iniciamos.
Tomemos un momento para la reflexión y sobre todo para variar nuestra forma de comunicarnos con los demás, acariciemos desde el lado positivo, porque eso va a permitir que las personas que nos rodean crezcan y saquen lo mejor de sí mismo. Evitemos al máximo decirle al otro cuanto nos importa desde un golpe o burla. Del mismo modo no abramos la puerta para que la gente nos golpee, invitemos a que nos traten y hablen bien.
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