El AMOR INTERIOR.
Los seres humanos constantemente hablamos del AMOR, sin embargo limitamos su expresión a si se tiene pareja o no. Consideramos que este sentimiento sólo se despierta por otra persona que comparte con nosotros su tiempo, metas, sueños y que caminará a la par.
Pero, ver el amor desde esa perspectiva nos hace sumamente reduccionistas. El amor comienza desde dentro de nosotros, es el alimento de nuestro ser completo, al igual que de nuestro entorno y el universo en general. El amor es energía, es aquello que nos impulsa a construir, a generar proyectos e ideas, el amor es creatividad, es gozo y por supuesto es uno de los mejores estados de la persona.
El amor es el sentimiento más importante de los seres humanos. Es comprender, servir, dar, compartir, querer, respetar y convivir. A través del amor podemos también sentimos apreciados, respetados y comprendidos, es el alimento de nuestro espíritu.
¿Por qué entonces limitarlo a estar dentro de una relación específica con alguien?
El amor empieza hacia uno mismo. Lamentablemente en nuestra cultura eso no es enseñado. Dentro del sistema en donde estamos inmersos, el amor está contemplado como una transacción.—si haces esto, te quiero—si no lo haces –no te quiero—Es entonces que comprendemos malamente que es amor aquello que recibimos desde fuera por cosas que hago. Se me quiere por el quehacer, no por el SER. Vamos dejando poco a poco el reconocimiento del sí mismo, dando énfasis a lo que “hago y merezco”.
Es imperativo que regresemos a la fuente primordial, a encontrarnos con nuestro ser interior y redescubramos que el amor empieza por nosotros mismos, que aprendamos de nuevo a vernos hermosos en el espejo y acariciarnos con una mirada, decirnos cosas bonitas cada día, agradecer nuestros logros, así como las bendiciones que tenemos; mimar nuestros átomos, moléculas: nuestro cuerpo que es el vehículo que permite el deambular por este mundo. Así mismo es regañarnos cuando lo necesitemos, hablarnos tal vez fuerte cuando vamos en contra de nosotros; mas nunca desde el desprecio, sino a través de una comprensión cálida hacia nosotros, rescatando el aprendizaje de los errores cometidos.
En la medida que nos demos amor a nosotros mismos podemos hacer sentir bien a las personas que nos rodean, porque no estaremos charlando de nuestros problemas o las diversas vicisitudes por las que pasamos cada día, estaremos hablando del aprendizaje, de las experiencias, de los gozos, seremos cálidos, cercanos, con apertura y sobre todo optimistas.
Cuando estamos en el lado obscuro del ser, estamos desamorados: nos hablamos feo, demeritamos nuestras acciones, nos lamentamos por lo que no conseguimos, caemos en la trampa de la autocompasión, nos sentimos víctimas de las circunstancias y peor aún perdemos el sentido de la vida.
No permitamos entonces caer en estas trampas, si por el momento no se tiene pareja, recuerden que se tienen a ustedes mismos, aprendan a mimarse, a responsabilizarse de sus necesidades, a llevarse a lugares que les son gratos, convivir con personas que alimenten realmente su espíritu. Lo importante es moverse, accionarse hacia lo que realmente se desea, vencer el miedo, ya que es uno de los principales obstáculos para cumplir lo anhelado. En resumen reaprendan a quererse, amarse y respetarse, más allá de la opinión que tengan los demás de ustedes. Recuerden que todos somos alumnos y a la vez maestros. Con su ejemplo pueden enseñar a los que les rodean a darse amor cada día.
Aquí les dejo unas frases en las que pueden trabajar cada día. Lo importante es hablarnos en positivo, generando así está energía. Provienen de la autora Louise Hay.
Libero el pasado y vivo el presente.
Estoy dispuesto a crecer y a cambiar: Cada momento me ofrece una maravillosa oportunidad para ser más yo mismo.
Elijo reconocer la magnificiencia de mi ser.
Todo me lleva a experiencias gratificantes y satisfactorias. Creo para mí una vida llena de recompensas.
Estoy muy bien organizado. La vida es sencilla y fácil.
Siempre me resulta fácil cambiar. Soy flexible y dúctil.
Aquello que doy es lo que recibo de vuelta. Como doy sólo bondad, sólo bondad me devuelven los demás.
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