¿POR QUE A MI, ME PASA ESTO?

Dentro de la práctica terapéutica me he encontrado con que mis pacientes se preguntan: ¿Por qué a mi, me pasa esto?

A lo que inmediatamente contesto: ¿Y porque no?

Es justo en esos momentos de la vida en donde nos topamos con que somos sumamente arrogantes y soberbios, creyendo que en nuestra vida todo tiene que ser miel sobre hojuelas y que para nosotros la vida tiene que ser grandiosa y maravillosa todo el tiempo. Pero entonces, ¿cuando aprenderíamos de nuestros errores?, ¿cuándo volveríamos la vista a nosotros para revisar si estamos actuando de la mejor manera?

La vida no tiene otra forma de enseñarnos que poniéndonos obstáculos para mostrarnos una cara de la moneda en donde hay sinsabores y desilusiones, para que, dediquemos parte de nuestro tiempo a revisarnos, evaluarnos y así observar con detenimiento, que todo lo que nos pasa, es porque en momento determinado, el egoísmo y la falta de visión nos lleva a enfrentarnos con que no somos todopoderosos y que tenemos que aprender a ser mas humildes y cuestionar nuestro estar “aquí y ahora”.

Nos pasa lo que nos pasa, porque algo tenemos que aprender; es un tiempo fuera que nos detiene en la inercia del cómo hemos estado viviendo. Es el momento justo para que nos sentemos, tomemos aliento y revisemos el camino andado y también perfilemos hacia dónde queremos seguir caminando. No todo el tiempo tenemos que ser como nosotros decimos que somos. La vida es cambio, evolución, y la madurez es parte de todo esto. Si no revisamos los procesos y los procedimientos estamos destinados al fracaso. Cada uno de los actos que ejecutamos a diario están automatizados, no llevan a ninguna reflexión. Ya sabemos que cuando es rojo tenemos que detenernos y que cuando es verde tenemos que proseguir. Y así “manejamos” nuestra vida todos los días. Y de repente, un buen día lo que nosotros pensábamos que era verde, nos muestra su cara roja. Nos enojamos, hacemos berrinche, reclamamos que nos detuvieron, le echamos la culpa a todo lo de fuera de nosotros, nos tiramos al drama y a la depresión, y es sólo con el pasar del tiempo que nos percatamos que si no nos hubiéramos detenido se habría presentado un choque terrible que tendría muchos heridos…

Las cosas pasan porque tienen que pasar, y porque así es la vida; no existe el siempre y el nunca, así que debemos poner en nuestra cabeza dos palabras importantes que son “depende” y “a veces”. Depende de cada uno, que tengamos el deseo de hacer una revisión concienzuda tanto de nosotros mismos, como de la situación en su conjunto. Es el momento idóneo para hacer cambios, para renovarnos, para experimentar nuevas formas de ser y estar. Sin embargo no se siente “bonito”. Por supuesto nos enfrentamos a la tristeza, al coraje, al miedo y a la desilusión, sentimientos que a veces obviamos o tendemos a reprimirlos, sin embargo ellos son los que nos recuerdan que estamos vivos y que pertenecemos a los “seres vivos”. Los sentimientos son eso, un recordatorio de que por fortuna aún sentimos y que eso precisamente nos hace diferentes a las máquinas; aunque a veces queramos funcionar como ellas: automáticamente. Y si seguimos con ésta línea de pensamiento, hasta ellas se descomponen, entran a una revisión, se les cambian algunas piezas y de nuevo comienzan a funcionar y la mayoría de las veces, mejor que antes de que se descompusieran.

Es necesario agradecer cada uno de los obstáculos que se nos presentan, ya que gracias a ellos podemos revisarnos y convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos.

Y te invito a que revises tu pasado, y contéstate a ti mismo ¿cuánto has aprendido? gracias a esas experiencias que han sido dolorosas e incómodas y también toma conciencia, si ya cambiaste dentro de ti eso que estaba estorbando.

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